una raya en el agua
Vientos de Oriente
Nuestros valores no están en venta porque Sánchez ya los ha vendido. Aunque sea Zapatero el que cobre el servicio
El perfume del poder
Teléfono rojo
Hubo un tiempo en que a Pedro Sánchez le incomodaban los zascandileos diplomático-mercantiles de Rodríguez Zapatero. En su primera etapa al frente del PSOE, a cuya secretaría general lo había alzado Susana Díaz con la ingenua intención de que le calentara el asiento, ... al entonces líder de la oposición no le gustaban un pelo ni los viajes de su antecesor a Cuba y Venezuela ni los contactos que mantenía con el grupo fundacional de Podemos. O al menos eso solía decir cuando blasonaba de moderado y ecléctico, aunque desde la perspectiva actual existen fundados motivos para dudar de que fuera sincero. Hoy el expresidente es su asesor ideológico de cabecera, su conseguidor de apoyos en los medios, su interlocutor con Puigdemont, su agente de viajes al extranjero y, en la práctica, un ministro de Exteriores paralelo que inspira la agenda oficial del Gobierno mientras ampara sus propios negocios bajo la cobertura de supuestos intereses estratégicos.
Ese ascendiente, clave en la aproximación a China en pleno conflicto arancelario, se volvió obvio hasta para Koldo García, el escudero de Ábalos. «Se lleva como el culo con Estados Unidos, eso no le conviene a Pedro», le escribió en 2021 con elemental sentido común a su jefe recién cesado. No es que el ex portero de discoteca tuviese especial criterio visionario, sino que hasta un tipo de su rudeza podía atisbar el riesgo de poner los asuntos de Estado en manos de un especialista en fracasos empeñado en arrastrar al Ejecutivo sanchista a la órbita de los populismos latinoamericanos. He aquí, sin embargo, que la tarea lobista de ZP ha logrado 'orientar' la política exterior española al pairo de sus proyectos privados, que últimamente se centran en engrasar las relaciones de la Unión Europea con el régimen comunista asiático. Todo muy coherente: el antiguo paladín de los derechos humanos reconvertido en agente comercial de un gigantesco aparato autoritario.
La imagen de Sánchez dando la cabezada en el mausoleo de Ho-Chi-Min como prólogo de su viaje a Pekín es toda una declaración de principios, esos valores que no están en venta según su penúltimo eslogan propagandístico. Los presumibles réditos internos de la resistencia contra los dislates de Trump bien valen, por lo visto, el homenaje a un asesino, siguiendo la estela de las sonrojantes lisonjas mercenarias al imperialismo dictatorial chino prodigadas por Zapatero –el cliente siempre tiene razón– en su último libro. A esto en el lenguaje de la diplomacia se le llama «estrechar vínculos» y se suele justificar desde la defensa del pragmatismo: no es momento de escrúpulos morales ni de remilgos ideológicos sino de encontrar socios geopolíticos susceptibles de proporcionar beneficios objetivos. Pero si nuestros valores no están en venta es porque el presidente ya los ha vendido, aunque sea su consejero áulico el que rentabilice el servicio.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete